Si hace una semana denunciábamos los abusos y actitudes reprobables de algunos periodistas desplazados en Haití, hoy el mundo está conmocionado al ver las imágenes de unos médicos puertorriqueños de fiesta tras el terremoto. Mientras la gente sufría, no tenía nada que comer, estaban heridos gravemente, necesitaban atenciones médicas. En mitad de ese infierno, de ese caos de polvo, escombros y sangre, un grupo impresentable de médicos de Puerto Rico se lo pasaban bomba montando francachelas, dándole al bebercio y fotografiándose como si estuvieran de vacaciones en la isla de Guam. Nuevamente otro ejemplo bochornoso de la auténtica misiera y podredumbre moral de ciertas personas. Información completa y más fotos en ElMundo.es y el grupo de Facebook "Salvemos a Haití".
viernes, 29 de enero de 2010
jueves, 28 de enero de 2010
Consejero de Empleo andaluz
"Hay un fenómeno que estamos viviendo en las oficinas (del INEM), que por cada persona que pierde el empleo se generan tres inscripciones más, el efecto, en fin, solidaridad, o efecto familia. Cuando un hombre del sector de la construcción pierde el empleo, la respuesta en casa es "vamos a ir todos" y se apuntan también la mujer y el hijo si es mayor de edad. Y ese fenómeno está ocurriendo". Antonio Fernández, Consejero de Empleo de la Junta de Andalucía. En fin, solo me cabe decir que ante sandeces de este tipo, no me extraña que luego los "sureños" seamos objeto de tantos tópicos y de muchas burlas. Que una comunidad como la andaluza, con más de un millón de un parados, con tasas de paro de más del 20%, con familias que se las ven para llegar, no a fin, sino a mediados de mes, y que el tal Fernández venga con estas excusas y gilipolleces, realmente es insultante.
Posted on 28.1.10
viernes, 22 de enero de 2010
Vergüenza
Esto que voy a hacer hoy en el post no me gusta porque prefiero plasmar opiniones propias, pero no me resisto a reproducir la crónica de Jacobo Díaz para El Mundo sobre la expulsión de periodistas de Haití y lo que los reporteros han hecho en el país caribeño. Tras leer esta información y como integrante de esta hermosa profesión, solo puedo sentir una cosa: Vergüenza.
De Jacobo García, Puerto Príncipe
¿Se puede llegar a un terremoto con maleta de ruedas? Sí. ¿Puede una revista que dedica su última portada a los maquillajes más sorprendentes y a las joyas que vienen para este año enviar a un periodista para la cobertura? Sí. ¿Puede llegar alguien a la zona más devastada del planeta sin agua, comida ni un teléfono en condiciones? Sí.
¿Puede la AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo) llevar a más de veinte periodistas dentro de un avión de emergencias? Sí. ¿Puede un periodista ponerse a llorar cagado de miedo nada más poner un pie en Puerto Príncipe al verse rodeado de negros? Sí, y ¿puede el ministro de Exteriores buscarles casa a todos los periodistas para que trabajen con "plena seguridad" cuando sólo ayer hubo tres réplicas y ni la policía ha sido capaz hasta ahora de tomar el control de las calles? Sí, y no sólo eso si no que Juan Pablo De Laiglesia, secretario de Estado para Iberoamérica, tuvo que perder un día entero en cumplir la orden del ministro, en medio de un desastre de estas dimensiones. Y además de todo eso incluyan ustedes a una estrella de la televisión nacional convertida en la mayor mosca cojonera de cuantos han pasado por ahí.
El jueves por la noche, junto a muchos otros informadores de todo el mundo, llegó la orden de los marines de EEUU para que la prensa abandonara las instalaciones del aeropuerto de Puerto Príncipe, que los periodistas habían tomado como base de operaciones para realizar su trabajo. En los últimos días en el aeropuerto desembarcaron miles de efectivos estadounidenses cargados hasta los dientes, los aviones militares aterrizaban cada pocos minutos y el material de emergencia corría de forma frenética por la pista pero paseando alegremente en medio de ese desmadre aparece siempre algún periodista. Y fumando.
¿En algún aeropuerto del mundo alguien permitiría una situación así? Pues aquí en Puerto Príncipe así sucedía hasta el jueves. Hasta que fueron expulsados del aeropuerto. Pero no sólo la prensa española sino los periodistas de medio mundo como era lógico.
Pero los periodistas no tienen toda la culpa no, si no que la tiene un paternalismo estúpido que hace que un señor de Moncloa tenga que aterrizar para ver si estamos bien. Aquí no hay desabastecimiento y la comida se puede comprar perfectamente en las calles, eso sí a precios disparatados aunque perfectamente asumibles para un señor que paga en euros. Así que no hay necesidad de ir a robar por la noche (sí, robar por la noche) la comida traída desde España para los equipos de rescate. Tampoco hay violencia, salvo saqueos puntuales, lógicos en estas circunstancias y la electricidad no se ha ido nunca. Pero no, muchos periodistas preferían vivir bajo el cobijo de la gallina de la AECID antes que enfrentarse solos a la una ciudad destrozada de la que lo desconocen todo.
Y aprovecho para adjuntar un artículo de Arturo Pérez Reverte, que lo explica todo mejor que yo:
"Hace treinta y dos años desaparecí en la frontera entre Sudán y Etiopía. En realidad fueron mi redactor jefe, Paco Cercadillo, y mis compañeros del diario 'Pueblo' los que me dieron como tal; pues yo sabía perfectamente dónde estaba: con la guerrilla eritrea. Alguien contó que había habido un combate sangriento en Tessenei y que me habían picado el billete. Así que encargaron a Vicente Talón, entonces corresponsal en El Cairo, que fuese a buscar mi fiambre y a escribir la necrológica. No hizo falta, porque aparecí en Jartum, hecho cisco pero con seis rollos fotográficos en la mochila; y el redactor jefe, tras darme la bronca, publicó una de esas fotos en primera: dos guerrilleros posando como cazadores, un pie sobre la cabeza del etíope al que acababan de cargarse. Lo interesante de aquello no es el episodio, sino cómo transcurrió mi búsqueda. La naturalidad profesional con que mis compañeros encararon el asunto.
Conservo los télex cruzados entre Madrid y El Cairo, y en todos se asume mi desaparición como algo normal: un percance propio del oficio de reportero y del lugar peligroso donde me tocaba currar. En las tres semanas que fui presunto cadáver, nadie se echó las manos a la cabeza, ni fue a dar la brasa al Ministerio de Asuntos Exteriores, ni salió en la tele reclamando la intervención del Gobierno, ni pidió que fuera la Legión a rescatar mis cachos. Ni compañeros, ni parientes. Ni siquiera se publicó la noticia. Mi situación, la que fuese, era propia del oficio y de la vida. Asunto de mi periódico y mío. Nadie me había obligado a ir allí.
Mucho ha cambiado el paisaje. Ahora, cuando a un reportero, turista o voluntario de algo se le hunde la canoa, lo secuestran, le arreglan los papeles o se lo zampan los cocodrilos, enseguida salen la familia, los amigos y los colegas en el telediario, asegurando que Fulano o Mengana no iban a eso y pidiendo que intervengan las autoridades de aquí y de allá -de sirios y troyanos, oí decir el otro día-. Eso tiene su puntito, la verdad. Nadie viaja a sitios raros para que lo hagan filetes o lo pongan cara a la Meca, pero allí es más fácil que salga tu número. Ahora y siempre. Si vas, sabes a dónde vas. Salvo que seas idiota. Pero en los últimos tiempos se olvida esa regla básica. Hemos adquirido un hábito peligroso: creer que el mundo es lo que dicen los folletos de viajes; que uno puede moverse seguro por él, que tiene derecho a ello, y que Gobiernos e instituciones deben garantizárselo, o resolver la peripecia cuando el coronel Tapioca se rompe los cuernos. Que suele ocurrir.
Esa irreal percepción del viaje, las emociones y la aventura, alcanza extremos ridículos. Si un turista se ahoga en el golfo de Tonkín porque el junco que alquiló por cinco dólares tenía carcoma, a la familia le falta tiempo para pedir responsabilidades a las autoridades de allí -imagínense cómo se agobian éstas- y exigir, de paso, que el Gobierno español mande una fragata de la Armada a rescatar el cadáver. Todo eso, claro, mientras en el mismo sitio se hunde, cada quince días, un ferry con mil quinientos chinos a bordo. Que busquen a mi Paco en la Amazonia, dicen los deudos. O que nos indemnicen los watusi. Lo mismo pasa con voluntarios, cooperantes y turistas solidarios o sin solidarizar, que a menudo circulan alegremente, pisando todos los charcos, por lugares donde la gente se frota los derechos humanos en la punta del cimbel y una vida vale menos que un paquete de Marlboro. Donde llamas presunto asesino a alguien y tapas la cara de un menor en una foto, y la gente que mata adúlteras a pedradas o frecuenta a prostitutas de doce años se rula de risa. Donde quien maneja el machete no es el indígena simpático que sale en el National Geographic, ni el pobrecillo de la patera, ni te reciben con bonitas danzas tribales. Donde lo que hay es hambre, fusiles AK-47 oxidados pero que disparan, y televisión por satélite que cría una enorme mala leche al mostrar el escaparate inalcanzable del estúpido Occidente. Atizando el rencor, justificadísimo, de quienes antes eran más ingenuos y ahora tienen la certeza desesperada de saberse lejos de todo esto.
Y claro. Cuando el pavo de la cámara de vídeo y la sonrisa bobalicona se deja caer por allí, a veces lo destripan, lo secuestran o le rompen el ojete. Lo normal de toda la vida, pero ahora con teléfono móvil e Internet. Y aquí la gente, indignada, dice qué falta de consideración y qué salvajes. Encima que mi Vanessa iba a ayudar, a conocer su cultura y a dejar divisas. Y sin comprender nada, invocando allí nuestro código occidental de absurdos derechos a la propiedad privada, la libertad y la vida, exigimos responsabilidades a Bin Laden y gestiones diplomáticas a Moratinos. Olvidando que el mundo es un lugar peligroso, lleno de hijos de puta casuales o deliberados. Donde, además, las guerras matan, los aviones se caen, los barcos se hunden, los volcanes revientan, los leones comen carne, y cada Titanic, por barato e insumergible que lo venda la agencia de viajes, tiene su iceberg particular esperando en la proa."
Arturo Pérez Reverte
De Jacobo García, Puerto Príncipe
¿Se puede llegar a un terremoto con maleta de ruedas? Sí. ¿Puede una revista que dedica su última portada a los maquillajes más sorprendentes y a las joyas que vienen para este año enviar a un periodista para la cobertura? Sí. ¿Puede llegar alguien a la zona más devastada del planeta sin agua, comida ni un teléfono en condiciones? Sí.
¿Puede la AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo) llevar a más de veinte periodistas dentro de un avión de emergencias? Sí. ¿Puede un periodista ponerse a llorar cagado de miedo nada más poner un pie en Puerto Príncipe al verse rodeado de negros? Sí, y ¿puede el ministro de Exteriores buscarles casa a todos los periodistas para que trabajen con "plena seguridad" cuando sólo ayer hubo tres réplicas y ni la policía ha sido capaz hasta ahora de tomar el control de las calles? Sí, y no sólo eso si no que Juan Pablo De Laiglesia, secretario de Estado para Iberoamérica, tuvo que perder un día entero en cumplir la orden del ministro, en medio de un desastre de estas dimensiones. Y además de todo eso incluyan ustedes a una estrella de la televisión nacional convertida en la mayor mosca cojonera de cuantos han pasado por ahí.
El jueves por la noche, junto a muchos otros informadores de todo el mundo, llegó la orden de los marines de EEUU para que la prensa abandonara las instalaciones del aeropuerto de Puerto Príncipe, que los periodistas habían tomado como base de operaciones para realizar su trabajo. En los últimos días en el aeropuerto desembarcaron miles de efectivos estadounidenses cargados hasta los dientes, los aviones militares aterrizaban cada pocos minutos y el material de emergencia corría de forma frenética por la pista pero paseando alegremente en medio de ese desmadre aparece siempre algún periodista. Y fumando.
¿En algún aeropuerto del mundo alguien permitiría una situación así? Pues aquí en Puerto Príncipe así sucedía hasta el jueves. Hasta que fueron expulsados del aeropuerto. Pero no sólo la prensa española sino los periodistas de medio mundo como era lógico.
Pero los periodistas no tienen toda la culpa no, si no que la tiene un paternalismo estúpido que hace que un señor de Moncloa tenga que aterrizar para ver si estamos bien. Aquí no hay desabastecimiento y la comida se puede comprar perfectamente en las calles, eso sí a precios disparatados aunque perfectamente asumibles para un señor que paga en euros. Así que no hay necesidad de ir a robar por la noche (sí, robar por la noche) la comida traída desde España para los equipos de rescate. Tampoco hay violencia, salvo saqueos puntuales, lógicos en estas circunstancias y la electricidad no se ha ido nunca. Pero no, muchos periodistas preferían vivir bajo el cobijo de la gallina de la AECID antes que enfrentarse solos a la una ciudad destrozada de la que lo desconocen todo.
Y aprovecho para adjuntar un artículo de Arturo Pérez Reverte, que lo explica todo mejor que yo:
"Hace treinta y dos años desaparecí en la frontera entre Sudán y Etiopía. En realidad fueron mi redactor jefe, Paco Cercadillo, y mis compañeros del diario 'Pueblo' los que me dieron como tal; pues yo sabía perfectamente dónde estaba: con la guerrilla eritrea. Alguien contó que había habido un combate sangriento en Tessenei y que me habían picado el billete. Así que encargaron a Vicente Talón, entonces corresponsal en El Cairo, que fuese a buscar mi fiambre y a escribir la necrológica. No hizo falta, porque aparecí en Jartum, hecho cisco pero con seis rollos fotográficos en la mochila; y el redactor jefe, tras darme la bronca, publicó una de esas fotos en primera: dos guerrilleros posando como cazadores, un pie sobre la cabeza del etíope al que acababan de cargarse. Lo interesante de aquello no es el episodio, sino cómo transcurrió mi búsqueda. La naturalidad profesional con que mis compañeros encararon el asunto.
Conservo los télex cruzados entre Madrid y El Cairo, y en todos se asume mi desaparición como algo normal: un percance propio del oficio de reportero y del lugar peligroso donde me tocaba currar. En las tres semanas que fui presunto cadáver, nadie se echó las manos a la cabeza, ni fue a dar la brasa al Ministerio de Asuntos Exteriores, ni salió en la tele reclamando la intervención del Gobierno, ni pidió que fuera la Legión a rescatar mis cachos. Ni compañeros, ni parientes. Ni siquiera se publicó la noticia. Mi situación, la que fuese, era propia del oficio y de la vida. Asunto de mi periódico y mío. Nadie me había obligado a ir allí.
Mucho ha cambiado el paisaje. Ahora, cuando a un reportero, turista o voluntario de algo se le hunde la canoa, lo secuestran, le arreglan los papeles o se lo zampan los cocodrilos, enseguida salen la familia, los amigos y los colegas en el telediario, asegurando que Fulano o Mengana no iban a eso y pidiendo que intervengan las autoridades de aquí y de allá -de sirios y troyanos, oí decir el otro día-. Eso tiene su puntito, la verdad. Nadie viaja a sitios raros para que lo hagan filetes o lo pongan cara a la Meca, pero allí es más fácil que salga tu número. Ahora y siempre. Si vas, sabes a dónde vas. Salvo que seas idiota. Pero en los últimos tiempos se olvida esa regla básica. Hemos adquirido un hábito peligroso: creer que el mundo es lo que dicen los folletos de viajes; que uno puede moverse seguro por él, que tiene derecho a ello, y que Gobiernos e instituciones deben garantizárselo, o resolver la peripecia cuando el coronel Tapioca se rompe los cuernos. Que suele ocurrir.
Esa irreal percepción del viaje, las emociones y la aventura, alcanza extremos ridículos. Si un turista se ahoga en el golfo de Tonkín porque el junco que alquiló por cinco dólares tenía carcoma, a la familia le falta tiempo para pedir responsabilidades a las autoridades de allí -imagínense cómo se agobian éstas- y exigir, de paso, que el Gobierno español mande una fragata de la Armada a rescatar el cadáver. Todo eso, claro, mientras en el mismo sitio se hunde, cada quince días, un ferry con mil quinientos chinos a bordo. Que busquen a mi Paco en la Amazonia, dicen los deudos. O que nos indemnicen los watusi. Lo mismo pasa con voluntarios, cooperantes y turistas solidarios o sin solidarizar, que a menudo circulan alegremente, pisando todos los charcos, por lugares donde la gente se frota los derechos humanos en la punta del cimbel y una vida vale menos que un paquete de Marlboro. Donde llamas presunto asesino a alguien y tapas la cara de un menor en una foto, y la gente que mata adúlteras a pedradas o frecuenta a prostitutas de doce años se rula de risa. Donde quien maneja el machete no es el indígena simpático que sale en el National Geographic, ni el pobrecillo de la patera, ni te reciben con bonitas danzas tribales. Donde lo que hay es hambre, fusiles AK-47 oxidados pero que disparan, y televisión por satélite que cría una enorme mala leche al mostrar el escaparate inalcanzable del estúpido Occidente. Atizando el rencor, justificadísimo, de quienes antes eran más ingenuos y ahora tienen la certeza desesperada de saberse lejos de todo esto.
Y claro. Cuando el pavo de la cámara de vídeo y la sonrisa bobalicona se deja caer por allí, a veces lo destripan, lo secuestran o le rompen el ojete. Lo normal de toda la vida, pero ahora con teléfono móvil e Internet. Y aquí la gente, indignada, dice qué falta de consideración y qué salvajes. Encima que mi Vanessa iba a ayudar, a conocer su cultura y a dejar divisas. Y sin comprender nada, invocando allí nuestro código occidental de absurdos derechos a la propiedad privada, la libertad y la vida, exigimos responsabilidades a Bin Laden y gestiones diplomáticas a Moratinos. Olvidando que el mundo es un lugar peligroso, lleno de hijos de puta casuales o deliberados. Donde, además, las guerras matan, los aviones se caen, los barcos se hunden, los volcanes revientan, los leones comen carne, y cada Titanic, por barato e insumergible que lo venda la agencia de viajes, tiene su iceberg particular esperando en la proa."
Arturo Pérez Reverte
Posted on 22.1.10
martes, 19 de enero de 2010
Ghost Riders in the Sky
Bien, pues ya está decidido. Entre los comentarios de blog y los comentarios personales, la decisión ha sido unánime y el apartado de Versionando (que no "versioneando" que era una pequeña licencia) ha ganado por aplastante mayoría. Así que esta será la siguiente sección que incorporaremos. Y para estrenarla utilizaremos una canción del año 1948 escrita por Stan Jones. Me refiero a Ghost Riders in the Sky. Básicamente la letra cuenta la historia de un cowboy que tiene una visión en la que aparecen una serie de "vacas de ojos rojos" en el cielo y un grupo de vaqueros intentando cazarlas. A continuación, uno de estos fantasmales vaqueros se dirige a él y le advierte de que si no cambia su comportamiento se verá condenado a perseguir hasta el inifinito a esas reses diabólicas. Cabe decir que esos gritos (Yipi Yai Yai) son los lamentos de los vaqueros muertos. Es decir, es una canción con fuertes tintes y tendecia mitológica, con una letra poderosa y más grande aún por las voces que la versionaron. Canción misteriosa, que atrapa e intriga. Hay cientos de versiones, aquí hablaremos y escucharemos unas poquitas.
La primera versión y más conocida es la que hizo en los 50 Vaughn Monroe. Con una voz poderosa, orquesta y cuarteto vocal hizo de esta canción una leyenda.
Johnny Cash también se animó a versionar Ghost Riders in the Sky. Pero además de en solitario, (Cash tiene una voz muy parecida a la de Vaughn Monroe) el compositor de Folsom Prison Blues tiene una versión maravillosa, con un sonido mucho más country y respetando la composición original junto a Willie Nelson que, no sé si por que son dos de los más grandes, a mi es de las versiones que más me gustan.
Los Ramrods, un grupo de principios de los 60 que era eminentemente instrumental hizo de Ghost Riders in the Sky algo realmente tenebroso y que llega a dar miedo. Con un festival de gritos y silbidos de fondo, y unas voces con tintes macabros en el "yipi yai yo", hacen de esta versión algo peculiar.
Los desaparecidos Blues Brothers (qué grandes) también hicieron su homenaje a esta canción. Con su particular estilo desenfadado y gamberro, pero respetando el original, se lanzaron a ver vaqueros fantasmas en el cielo.
Para el final he dejado la "mejor". Muchas son las versiones, pero esta es... diferente. Dos cantantes, mano a mano, poder a poder. Con voces reconocidas, particulares en su estilo. Horteras los llaman algunos, incluso rancios. Pero no cabe duda de que han marcado sello en lo suyo y que el tiempo los ha reconocido como a dos de los más grandes. No voy ni a presentarlos. Simplemente hay que ver el video (merece la pena ver el video) y disfrutar de esta versión.
La primera versión y más conocida es la que hizo en los 50 Vaughn Monroe. Con una voz poderosa, orquesta y cuarteto vocal hizo de esta canción una leyenda.
Johnny Cash también se animó a versionar Ghost Riders in the Sky. Pero además de en solitario, (Cash tiene una voz muy parecida a la de Vaughn Monroe) el compositor de Folsom Prison Blues tiene una versión maravillosa, con un sonido mucho más country y respetando la composición original junto a Willie Nelson que, no sé si por que son dos de los más grandes, a mi es de las versiones que más me gustan.
Los Ramrods, un grupo de principios de los 60 que era eminentemente instrumental hizo de Ghost Riders in the Sky algo realmente tenebroso y que llega a dar miedo. Con un festival de gritos y silbidos de fondo, y unas voces con tintes macabros en el "yipi yai yo", hacen de esta versión algo peculiar.
Los desaparecidos Blues Brothers (qué grandes) también hicieron su homenaje a esta canción. Con su particular estilo desenfadado y gamberro, pero respetando el original, se lanzaron a ver vaqueros fantasmas en el cielo.
Para el final he dejado la "mejor". Muchas son las versiones, pero esta es... diferente. Dos cantantes, mano a mano, poder a poder. Con voces reconocidas, particulares en su estilo. Horteras los llaman algunos, incluso rancios. Pero no cabe duda de que han marcado sello en lo suyo y que el tiempo los ha reconocido como a dos de los más grandes. No voy ni a presentarlos. Simplemente hay que ver el video (merece la pena ver el video) y disfrutar de esta versión.
Posted on 19.1.10
jueves, 14 de enero de 2010
A elegir
Mucha gente sabe que yo me muevo a veces a golpe de "venazo" en algunas cuestiones. Pues me ha dado un venazo y he decidido hacer un cambio. En el post anterior comentaba la creación de una sección de grupos y cantantes españoles que tuvieron algún éxito allá por los tiempos de "maricastaña". Bien, pues he pensado que todavía no va a ser sección fija. Lo van a decidir aquellas personas que o entran en el blog o me comentan algo de este espacio en mi vida diaria. La cuestión es la siguiente, para la nueva sección se habrá de elegir entre ese "Cancionero mitómano" y otra que se me acaba de ocurrir, "Versioneando". El asunto consistiría en coger una canción, casi siempre famosa, y hacer un repaso a través del tiempo por aquellas versiones que esa composición musical ha tenido.
Pondré un ejemplo de lo que podría ser este apartado, aunque en este caso el tema solo tiene dos versiones, la original y la versión propiamente dicha. A pesar de esto, es una de mis canciones favoritas en los últimos años. El single original lo compuso en 1994 Trent Reznor, el líder del grupo Nine Inch Nails. Canción oscura, triste, tristísima. El dolor se nota en cada uno de los versos de la canción. Según el propio compositor la realizó en una etapa difícil,en la que un amigo suyo había fallecido. Lógicamente estoy hablando de Hurt.
Parecía imposible mejorar la original. Además es una canción muy personal y poca gente le puede dar el desgarro y la emoción suficientes como para hacer una interpretación mejor. Bien, pues eso ocurrió en 2003. Pocos meses antes de morir y enfrascado en una etapa de absoluto dolor y pena en su vida tras la muerte de su mujer, Johnny Cash nos regala algo único, su propia versión de Hurt. La música y la voz son diferentes a la original, aunque la letra se mantiene. Solo una palabra, conmovedora.
Pondré un ejemplo de lo que podría ser este apartado, aunque en este caso el tema solo tiene dos versiones, la original y la versión propiamente dicha. A pesar de esto, es una de mis canciones favoritas en los últimos años. El single original lo compuso en 1994 Trent Reznor, el líder del grupo Nine Inch Nails. Canción oscura, triste, tristísima. El dolor se nota en cada uno de los versos de la canción. Según el propio compositor la realizó en una etapa difícil,en la que un amigo suyo había fallecido. Lógicamente estoy hablando de Hurt.
Parecía imposible mejorar la original. Además es una canción muy personal y poca gente le puede dar el desgarro y la emoción suficientes como para hacer una interpretación mejor. Bien, pues eso ocurrió en 2003. Pocos meses antes de morir y enfrascado en una etapa de absoluto dolor y pena en su vida tras la muerte de su mujer, Johnny Cash nos regala algo único, su propia versión de Hurt. La música y la voz son diferentes a la original, aunque la letra se mantiene. Solo una palabra, conmovedora.
Posted on 14.1.10
miércoles, 13 de enero de 2010
Cancionero mitómano español (I)
Me apetece crear una nueva sección en el blog. Es una sección para mitómanos. Pero una mitomanía particular. Para algunos será una mitomanía de grandes recuerdos, para otros una mitomanía casposa, para mí, un divertimento simple que sirve para recordar temas de los 60, 70 y 80 que causaron furor en España y que vistos con el tiempo, la mayoría pueden llegar a sonar ridículos, pero que merecen respeto y un recuerdo porque forman parte de la historia musical de nuestro país. Así, ahora mismo damos la bienvenida al "Cancionero mitómano español". En cada post contaremos con la presencia de dos o tres cantantes (o grupos) que en su momento fueron un "melocotonazo" (Fary dixit) y que hoy, aunque formen parte de nuestra memoria colectiva, apenas los recordamos. Aviso, también habrá espacio para voces extranjeras que cantaron en algún momento en castellano.
Es por eso que hoy traemos a un dúo. Matrimonio para más señas que en los 70 llegaron rápidamente a la lista de éxitos y rápidamente cayeron a las listas del olvido. Aún así, algunas de sus canciones todavía las recordamos, como es el caso de "Y te Amaré" o "Yo También Necesito Amar". Me estoy refiriendo a Ana y Johnny. Su mayor etapa de gloria les llegó entre 1976 y 1978, y a pesar de esa fugacidad, la gente de esa generación recuerda con cariño esta canción. La voz desgarrada de él, y los agudos de ella, aún hoy resuenan en algunos tímpanos. Aquí escuchamos su mayor éxito "Y te amaré".
Bruno Lomas es lo más cercano que tenemos en nuestro país a un rockero clásico. Valenciano de nacimiento, primero pasó por grupos como Los Milos en los primeros sesenta, pero su verdadero éxito le llegó en solitario en 1966, llegando a actuar incluso en la pedida de mano de Johnny Hallyday a Sylvie Vartan. En los ochenta su estrella declina y en 1970 fallece en un accidente de tráfico. Nosotros vamos a escuchar la versión castellanizada que hizo de la archiconocida canción The House of the Rising Sun", que no tiene nada que ver con la original.
Es por eso que hoy traemos a un dúo. Matrimonio para más señas que en los 70 llegaron rápidamente a la lista de éxitos y rápidamente cayeron a las listas del olvido. Aún así, algunas de sus canciones todavía las recordamos, como es el caso de "Y te Amaré" o "Yo También Necesito Amar". Me estoy refiriendo a Ana y Johnny. Su mayor etapa de gloria les llegó entre 1976 y 1978, y a pesar de esa fugacidad, la gente de esa generación recuerda con cariño esta canción. La voz desgarrada de él, y los agudos de ella, aún hoy resuenan en algunos tímpanos. Aquí escuchamos su mayor éxito "Y te amaré".
Bruno Lomas es lo más cercano que tenemos en nuestro país a un rockero clásico. Valenciano de nacimiento, primero pasó por grupos como Los Milos en los primeros sesenta, pero su verdadero éxito le llegó en solitario en 1966, llegando a actuar incluso en la pedida de mano de Johnny Hallyday a Sylvie Vartan. En los ochenta su estrella declina y en 1970 fallece en un accidente de tráfico. Nosotros vamos a escuchar la versión castellanizada que hizo de la archiconocida canción The House of the Rising Sun", que no tiene nada que ver con la original.
Posted on 13.1.10
Archivada la querella contra Patxi
En el post de hoy quizás me meto en un charco hondo, pero es que no puedo dejar de alegrarme por la decisión del Tribunal Supremo de archivar la querella contra Patxi López, Rodolfo Ares e Ibarretxe por reunirse en el 2006 con miembros de la izquierda abertzale. Y me alegro especialmente por el actual lehendakari. Y es que parece increíble que se abriera una causa judicial simplemente por hablar. Es más, no solo hablar, sino intentar buscar la paz. Dialogar para acabar con la violencia y con esa lacra repugnante del terrorismo. Es decir, que si hacemos un brochazo gordo podemos decir que López, Ibarretxe y Ares han tenido que pasar por los banquillos de un juzgado por intentar acabar con ETA hablando.
Sí, el argumento contrario es que el interlocutor era Otegi y que Batasuna está ilegalizada. Bien, Otegi puede ser la persona más repugnante del mundo (de hecho a mi me parece un ser repulsivo, cobarde y con un historial no para enmarcar) pero era el interlocutor válido para llegar a un posible acuerdo. El otro problema lo representa Batasuna y su ilegalización. Yo soy partidario de la Ley de Partidos, pero no de esta Ley de Partidos, que como demócrata acepto pero que no comparto. El método y proceso por el que Batasuna fue ilegalizada, dejando con ello a sus votantes, es bastante dudoso. Había cientos de pruebas (como luego se ha ido demostrando) para relacionar al partido abertzale con la banda terrorista, pero las prisas y la mala instrucción judicial hizo que los batasunos aparecieran más como víctimas que como verdugos. No condenan la violencia, algo "asqueroso políticamente pero irrelevante jurídicamente" (Javier Pérez Royo dixit), por eso la necesidad que había de ir contra las personas y no contra el partido. Pero vamos tampoco vamos a meternos ahora mismo en cuestiones farragosas de Derecho.
Aún así nunca se puede rechazar el diálogo. Jamás. Tenemos la prueba más reciente y recurrente en Irlanda del Norte. Tras diez años de negociaciones, de atentados durante ese periodo de diálogo, de cesiones por parte de las dos partes, un Viernes Santo de 1998 se llegó a un alto el fuego. Aquí he de hacer un matiz: hoy por hoy me parece imposible un diálogo porque no se dan las condiciones por parte de los asesinos para alcanzar un final hablado. Pero en 2006 (sin saber qué pasaría después) sí que había una oportunidad. Y López, Ibarretxe y Ares la exploraron, intentaron llevar la paz al País Vasco y por ende a toda España. No se puede reprochar nada a estas personas. Tampoco al Gobierno de España. Todos los gobiernos, TODOS, han intentado hablar con ETA. Lo intentó Felipe González en Argel. Lo intentó Aznar (que llegó a llamar Movimiento de Liberación a ETA y que acercó presos a Euskadi) y lo intentó Zapatero. Cuando se dan las condiciones, en ningún conflicto se puede dar la espalda al diálogo. Hoy se ha hecho justicia. Pero ya está bien de que la política tenga que ir siempre a remolque de lo que dicten los jueces en asuntos de este tipo.
Sí, el argumento contrario es que el interlocutor era Otegi y que Batasuna está ilegalizada. Bien, Otegi puede ser la persona más repugnante del mundo (de hecho a mi me parece un ser repulsivo, cobarde y con un historial no para enmarcar) pero era el interlocutor válido para llegar a un posible acuerdo. El otro problema lo representa Batasuna y su ilegalización. Yo soy partidario de la Ley de Partidos, pero no de esta Ley de Partidos, que como demócrata acepto pero que no comparto. El método y proceso por el que Batasuna fue ilegalizada, dejando con ello a sus votantes, es bastante dudoso. Había cientos de pruebas (como luego se ha ido demostrando) para relacionar al partido abertzale con la banda terrorista, pero las prisas y la mala instrucción judicial hizo que los batasunos aparecieran más como víctimas que como verdugos. No condenan la violencia, algo "asqueroso políticamente pero irrelevante jurídicamente" (Javier Pérez Royo dixit), por eso la necesidad que había de ir contra las personas y no contra el partido. Pero vamos tampoco vamos a meternos ahora mismo en cuestiones farragosas de Derecho.
Aún así nunca se puede rechazar el diálogo. Jamás. Tenemos la prueba más reciente y recurrente en Irlanda del Norte. Tras diez años de negociaciones, de atentados durante ese periodo de diálogo, de cesiones por parte de las dos partes, un Viernes Santo de 1998 se llegó a un alto el fuego. Aquí he de hacer un matiz: hoy por hoy me parece imposible un diálogo porque no se dan las condiciones por parte de los asesinos para alcanzar un final hablado. Pero en 2006 (sin saber qué pasaría después) sí que había una oportunidad. Y López, Ibarretxe y Ares la exploraron, intentaron llevar la paz al País Vasco y por ende a toda España. No se puede reprochar nada a estas personas. Tampoco al Gobierno de España. Todos los gobiernos, TODOS, han intentado hablar con ETA. Lo intentó Felipe González en Argel. Lo intentó Aznar (que llegó a llamar Movimiento de Liberación a ETA y que acercó presos a Euskadi) y lo intentó Zapatero. Cuando se dan las condiciones, en ningún conflicto se puede dar la espalda al diálogo. Hoy se ha hecho justicia. Pero ya está bien de que la política tenga que ir siempre a remolque de lo que dicten los jueces en asuntos de este tipo.
Posted on 13.1.10
lunes, 11 de enero de 2010
Muerte entre las flores
(Aviso, este post puede contener spoiler) Creo que en Muerte entre las flores está la mejor escena que el cine ha producido para reflejar el miedo ante la muerte. Durante dos interminables minutos, el personaje de John Turturro ve que la muerte le va a llegar. Y encima el encargado de ejecutarle es su amigo, el novio de su hermana, un tipo al que conoce perfectamente. Pero así es la mafia, y Gabriel Byrne tiene que hacerlo, tiene que demostrar que su cambio de bando es real, que puede cargarse a ese personaje molesto. Durante ese largo paseo por el bosque, el espectador está seguro de lo que ocurrirá. Hasta que los dos personajes se frenan y el pistolero le perdona la vida. El rostro desencajado de Turturro se destensa, ahora está aturdido. Le han perdonado la vida con todo lo que eso conlleva, y más aún cuando se entere el neurótico jefe mafioso. Pero quizás el fallo de Byrne no es que le haya dejado con vida y se entere el Boss. Quizás el fallo es que ha dejado con vida a un personaje peligroso para su propio futuro.
Posted on 11.1.10
martes, 5 de enero de 2010
El Poder del Perro
Antes de nada y como este es el primer post del año, desear un feliz año nuevo a todo el mundo y que este 2010 sea mejor que el 2009, porque peor parece imposible. Y la primera entrada la voy a dedicar a hablar de todo un impacto, de un puñetazo directo al estómago, de un guantazo de realidad. No, no es sobre boxeo. Voy a comentar un pedazo de libro que acabo de leer y que lleva por título El Poder del Perro, de Don Winslow. El autor nos lleva, a lo largo de treinta años, por la vida y la lucha contra el tráfico de drogas del agente Art Keller. Keller trabaja para la DEA norteamericana y su labor es la de impedir el paso de droga de México a Estados Unidos. El problema que tiene para desempeñar su labor es que la administración para la que trabaja también tiene oscuros negocios en la zona.
El Poder del Perro ha sido calificado como una versión "narcomex" de El Padrino. Pero El Poder del Perro es eso y más. Es una enciclopedia, un tratado sobre el comercio de las drogas a uno y otro lado del Río Grande (de hecho el autor estuvo seis largos años documentándose para escribir). Pero además, el libro nos embarca en una aventura sobre la moralidad y la ética, y las consecuencias que arrastran el carecer de ellas y el no poder dar marcha atrás porque ya es demasiado tarde. Y todo ello envuelto en un thriller verdaderamente violento, al más puro estilo de Sam Peckinpah o el Scorsese de sus inicios (algunas escenas de torturas o asesinatos no son aptas para corazones sensibles). El escritor y crítico Rodrigo Fresán define muy acertadamente a Keller como un persona shakesperiano que se da cuenta que algo huele a podrido en México.
Volviendo a la historia, la escena inicial del libro es brutal. En tres páginas que es lo que dura el primer capítulo, Don Winslow consigue que un escalofrío nos recorra la espina dorsal con la narración de lo que el agente norteamericano ve tras una "narcomatanza". Pero es que casualmente el comienzo de la relación de Keller con los cárteles de la droga también es sorprendente. Todo empieza con una amistad en sus primeros años en México con los hermanos Barrera y con el patriarca Miguel Ángel "Tío" Barrera, auténticos surtidores de mercancía hacia el norte, en connivencia con la "corrupta oficialidad norteamericana". Y Keller, un hombre solitario en la frontera, como así le definen sus compañeros, siente impotencia al ver que no puede hacer prácticamente nada, que está atado de pies y manos, que él no puede hacer intervenir porque no siente respaldo de sus jefes, que no es un justiciero, solo un administrador. Y cuando toma conciencia de ello, se lanza en una lucha sin cuartel por acabar con todo ese oscuro negocio, llegando a un clímax final realmente espectacular.
Un clímax final que solo se produce en la historia, no en la vida real. En la vida real que nos cuenta el libro, todo sigue igual. El mercado de la droga en la frontera entre México y EE.UU. sigue como si nada. Los jóvenes de San Diego, Los Ángeles o Nueva York siguen consumiendo la mierda que pasa esa barrera de 3000 kilómetros. Y también continúan los asesinatos en el país azteca por este asunto. Cada dos por tres vemos en las noticias auténticas matanzas de jefes de familias que se dedican al comercio de droga o al cultivo de amapolas. Por eso, cuando un crítico norteamericano, en una entrevista, le dijo a Don Winslow que solo con que el 10% de lo que narra El Poder del Perro fuera cierto, sería horripilante, e imaginar que el 90% restante pueda ser cierto resulta casi insoportable; el autor del libro le respondió que los personaje son ficticios, pero todo lo que cuenta forma parte de su investigación y trabajo de campo sobre historias reales.
El Poder del Perro es en sí una droga. Un chute adictivo que devoras página a página, casi sin darte cuenta, con pasajes que quitan el aliento, casi diabólicos (algunas de las torturas descritas son brutales). El libro es la historia de un intento de venganza fraguado a lo largo de 30 años y con final incierto. El libro es la historia de los narcos Adán y Raúl Barrera. Es la historia de la calculadora y encantadora puta de lujo Nora Hayden. Es la historia del intrigante cura Parada. Es la historia del mercenario irlandés Sean Callan. Es la historia de un ser monstruoso y pérfido de la CIA como John Hobbs. Es la historia de un personaje frío y ambivalente como Sal Scachi. Es la historia de miles y miles de personas que han visto sus vidas truncadas por mafias de la droga, grupos terroristas como las FARC o gobiernos que inician guerras en nombre de no se sabe qué. Es la historia de una guerra. Es un libro de guerra que te agarra de la pechera y te pone ante una realidad que en ocasiones llegas a preguntarte si de verdad querías conocerla.
El Poder del Perro ha sido calificado como una versión "narcomex" de El Padrino. Pero El Poder del Perro es eso y más. Es una enciclopedia, un tratado sobre el comercio de las drogas a uno y otro lado del Río Grande (de hecho el autor estuvo seis largos años documentándose para escribir). Pero además, el libro nos embarca en una aventura sobre la moralidad y la ética, y las consecuencias que arrastran el carecer de ellas y el no poder dar marcha atrás porque ya es demasiado tarde. Y todo ello envuelto en un thriller verdaderamente violento, al más puro estilo de Sam Peckinpah o el Scorsese de sus inicios (algunas escenas de torturas o asesinatos no son aptas para corazones sensibles). El escritor y crítico Rodrigo Fresán define muy acertadamente a Keller como un persona shakesperiano que se da cuenta que algo huele a podrido en México.
Volviendo a la historia, la escena inicial del libro es brutal. En tres páginas que es lo que dura el primer capítulo, Don Winslow consigue que un escalofrío nos recorra la espina dorsal con la narración de lo que el agente norteamericano ve tras una "narcomatanza". Pero es que casualmente el comienzo de la relación de Keller con los cárteles de la droga también es sorprendente. Todo empieza con una amistad en sus primeros años en México con los hermanos Barrera y con el patriarca Miguel Ángel "Tío" Barrera, auténticos surtidores de mercancía hacia el norte, en connivencia con la "corrupta oficialidad norteamericana". Y Keller, un hombre solitario en la frontera, como así le definen sus compañeros, siente impotencia al ver que no puede hacer prácticamente nada, que está atado de pies y manos, que él no puede hacer intervenir porque no siente respaldo de sus jefes, que no es un justiciero, solo un administrador. Y cuando toma conciencia de ello, se lanza en una lucha sin cuartel por acabar con todo ese oscuro negocio, llegando a un clímax final realmente espectacular.
Un clímax final que solo se produce en la historia, no en la vida real. En la vida real que nos cuenta el libro, todo sigue igual. El mercado de la droga en la frontera entre México y EE.UU. sigue como si nada. Los jóvenes de San Diego, Los Ángeles o Nueva York siguen consumiendo la mierda que pasa esa barrera de 3000 kilómetros. Y también continúan los asesinatos en el país azteca por este asunto. Cada dos por tres vemos en las noticias auténticas matanzas de jefes de familias que se dedican al comercio de droga o al cultivo de amapolas. Por eso, cuando un crítico norteamericano, en una entrevista, le dijo a Don Winslow que solo con que el 10% de lo que narra El Poder del Perro fuera cierto, sería horripilante, e imaginar que el 90% restante pueda ser cierto resulta casi insoportable; el autor del libro le respondió que los personaje son ficticios, pero todo lo que cuenta forma parte de su investigación y trabajo de campo sobre historias reales.
El Poder del Perro es en sí una droga. Un chute adictivo que devoras página a página, casi sin darte cuenta, con pasajes que quitan el aliento, casi diabólicos (algunas de las torturas descritas son brutales). El libro es la historia de un intento de venganza fraguado a lo largo de 30 años y con final incierto. El libro es la historia de los narcos Adán y Raúl Barrera. Es la historia de la calculadora y encantadora puta de lujo Nora Hayden. Es la historia del intrigante cura Parada. Es la historia del mercenario irlandés Sean Callan. Es la historia de un ser monstruoso y pérfido de la CIA como John Hobbs. Es la historia de un personaje frío y ambivalente como Sal Scachi. Es la historia de miles y miles de personas que han visto sus vidas truncadas por mafias de la droga, grupos terroristas como las FARC o gobiernos que inician guerras en nombre de no se sabe qué. Es la historia de una guerra. Es un libro de guerra que te agarra de la pechera y te pone ante una realidad que en ocasiones llegas a preguntarte si de verdad querías conocerla.
Posted on 5.1.10
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