Con el debido respeto

Quien me conoce desde hace ya algún tiempo sabe que tuve una época que no dejaba de hablar de esta foto, que me obsesioné con ella porque me parecía de una emotividad aterradora. En la foto se ven a dos futbolistas de la selección argentina de fútbol abrazados tras ganar la final del mundial de 1978. Al campo salta un espectador que va a su encuentro para festejar ese momento de alegría nacional, un alegría conjunta que solo el fútbol puede dar. Pero este hombre no tiene brazos, no puede estrechar entre sus extremidades superiores a sus ídolos. Pero da igual, el abrazo no tiene por qué ser físico, puede ser un abrazo con el corazón, un abrazo solo sentido, un abrazo que se da con el alma. Lo emotivo de la instantánea no solo se queda en eso. Hay que ponerla en un contexto. Año 1978. Argentina vive una terrible dictadura. El régimen de Videla ha hecho desaparecer a miles de personas, la represión en todo el país es brutal. En ese ambiente de tristeza y amargura, con un futuro social oscuro, este Mundial era la única vía de escape, uno de los pocos resquicios por los que todo el país pudiera disfrutar. La selección albiceleste ganó ese mundial que se celebró en el país sudamericano. Por eso, el abrazo de la foto no es el de una persona sin brazos, el de un manco. Es el abrazo con el corazón, con el alma, que toda Argentina dio a su selección.