En realidad este post debería haber sido escrito ayer día 30 de julio, pero por diversos motivos personales y laborales, me fue imposible hacerlo. Así que aunque sea con un día de retraso, aquí estamos. Digo lo de ayer, porque hizo 2 años de la muerte de los dos cineastas europeos más importantes del siglo XX, que también es casualidad que murieran el mismo día del mismo año. Me refiero a Ingmar Bergman y Michelangelo Antonioni. Si la obsesión de Bergman era hacer un cine casi metafísico, preocupado por los grandes temas que intrigan al ser humano, y todo ello contado mediante historias dolorosas, siempre dramáticas y enseñádonos los "caminos internos" y reflexivos de sus personajes; Antonioni es el poeta de lo visual, el pintor de películas, obsesionado por la incomunicación del ser humano, para él sus obras son canales en los que dibuja composiciones perfectas, casi despreciando al actor al considerarlo como un mero objeto, y teniendo presente que sus historias debe basarlas en personajes que estén a su servicio y que fluyan por la escena como lo hace el propio paisaje. Lo mejor de todo, es que aunque a los dos se les acusaba de lentos (¿?), de elitistas (¿?) y de modernos, eran grandes amigos y sentían admiración el uno del otro. Y como el movimiento se demuestra andando, vamos a ver dos ejemplos característicos de sus películas.
De Bergman me gusta casi todo, así que me resulta realmente difícil elegir una escena para mostrar lo anteriormente comentado sobre el realizador sueco. Pero como hay que elegir una, me quedo con la pesadilla de Isak en Fresas Salvajes. Aquí Bergman, mediante el sueño del protagonista, nos muestra uno de los temas más recurrentes en su cine, la muerte. El protagonista está en una calle desierta, se le ve angustiado, desconoce el lugar, la luz blanca satura la escena (nadie en el cine iluminaba como Bergman). Desorientado ve que los relojes no tienen agujas, que lo único que ve parecido a un hombre es alguien ciego y mudo, que de lejos hay un repiqueteo estremecedor de campanas y como remate, ese coche fúnebre tan tétrico y que no presagia nada bueno.
En cambio Antonioni tiene grandísimas películas, pero también realizó alguna cosa más o menos discutible. Lo que está claro es que su trilogía de la "incomunicabilitá" es una auténtica lección de cine, de romper con las estructuras del realismo italiano y de romper en general con el modo que había de narrar historias hasta ese momento. El cine de Antonioni no da lugar a la indiferencia, o lo amas o lo odias, o entras de lleno en sus movimientos de cámara y su lenguaje, u odias ese existencialismo moral que desprenden sus películas. Y sobre todo, nadie como él retrató la soledad de una pareja a través de silencios, pocos diálogos, e imágenes, sobre todo imágenes. Eso es el cine de Antonioni. De la trilogía, La Aventura, La Noche y El Eclipse, me quedo con la primera. Será porque fue la primera que vi, pero, más allá de su desoladora historia, me parece que esos paísajes de las islas Eolias son algo increíble. Por no hablar de uno de mis momentos favoritos del cine: el momento en que Mónica Vitti abre esa ventana y vemos el amanecer como sintonía y preludio de una epifanía. Ahí va una recopilación de esos paisajes, de esos poemas visuales, del maestro Antonioni.
De Bergman me gusta casi todo, así que me resulta realmente difícil elegir una escena para mostrar lo anteriormente comentado sobre el realizador sueco. Pero como hay que elegir una, me quedo con la pesadilla de Isak en Fresas Salvajes. Aquí Bergman, mediante el sueño del protagonista, nos muestra uno de los temas más recurrentes en su cine, la muerte. El protagonista está en una calle desierta, se le ve angustiado, desconoce el lugar, la luz blanca satura la escena (nadie en el cine iluminaba como Bergman). Desorientado ve que los relojes no tienen agujas, que lo único que ve parecido a un hombre es alguien ciego y mudo, que de lejos hay un repiqueteo estremecedor de campanas y como remate, ese coche fúnebre tan tétrico y que no presagia nada bueno.
En cambio Antonioni tiene grandísimas películas, pero también realizó alguna cosa más o menos discutible. Lo que está claro es que su trilogía de la "incomunicabilitá" es una auténtica lección de cine, de romper con las estructuras del realismo italiano y de romper en general con el modo que había de narrar historias hasta ese momento. El cine de Antonioni no da lugar a la indiferencia, o lo amas o lo odias, o entras de lleno en sus movimientos de cámara y su lenguaje, u odias ese existencialismo moral que desprenden sus películas. Y sobre todo, nadie como él retrató la soledad de una pareja a través de silencios, pocos diálogos, e imágenes, sobre todo imágenes. Eso es el cine de Antonioni. De la trilogía, La Aventura, La Noche y El Eclipse, me quedo con la primera. Será porque fue la primera que vi, pero, más allá de su desoladora historia, me parece que esos paísajes de las islas Eolias son algo increíble. Por no hablar de uno de mis momentos favoritos del cine: el momento en que Mónica Vitti abre esa ventana y vemos el amanecer como sintonía y preludio de una epifanía. Ahí va una recopilación de esos paisajes, de esos poemas visuales, del maestro Antonioni.