Con el debido respeto

Los aficionados al deporte estamos estos días pendientes de todo lo que acontece en los Juegos Olímpicos de Pekín. Este evento, a nivel deportivo, es el más importante, tanto por la calidad de los participantes que se dan cita, como por los valores de esfuerzo, solidaridad y competición que representa el Movimiento Olímpico. Por todo ello al deportista que mejor encarne estos principios se le puede coronar como el mejor. Bien, pues sin ningún género de dudas, el Rey en Pekín tienen nombre propio: Michael Phelps.

El deporte en su conjunto se nutre de mitos y estrellas, de verdaderos campeones e ídolos que hacen que la gente disfrute con ellos, y ver como nada Phelps es un placer. Es un tipo que con 23 años acumula 16 medallas en dos Juegos, 14 de ellas de oro, y de esas 14, 8 en Pekín, superando así a otro mito del agua, Mark Spitz. Y es que el hábitat del "Tiburón de Baltimore" es el agua. Cuentan sus allegados que de pequeño era hiperactivo y un "patoso" corriendo, de ahí que su madre decidiera apuntarlo a natación. Ya en Atenas, con solo 19 años, consiguió seis medallas de oro, y desde ese momento sabía cual sería su próximo reto: superar las siete victorias olímpicas de Spitz en Munich. Y se puso manos a la obra.

En estos cuatro años ha tenido menos de 10 días de vacaciones, ingiere al día más de 12 000 calorías (una persona "terrenal" llega a las 2 000), entrena ocho horas al día y tiene una complexión física que le permite moverse como pez en el agua (perdón por el chiste fácil). Aún así en los mundiales de 2005 decepcionó un poco su actuación, lo que le llevó a redoblar esfuerzos para en agosto de 2008 convertirse en leyenda. En el más grande deportista de todos los tiempos. Puede sonar un poco grandilocuente esa afirmación, pero creo que así es.